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Premio Castilla y León de Tauromaquia

  • Premio Castilla y León de Tauromaquia 2022 Pedro Gutiérrez Moya, 'El Niño de la Capea' [1952] Más información

    Premio Castilla y León de Tauromaquia 2022

    Pedro Gutiérrez Moya, 'El Niño de la Capea' [1952]

    Biografía

    Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea nace el 17 de septiembre de 1952 en el seno de una familia numerosa y con escasez de recursos. Desde muy pequeño se pregunta una y otra vez por la injusticia de su situación y si él de mayor podría tener dinero para evitar que los suyos siguieran teniendo privaciones. Envuelto en esas dudas, un buen día, supo encontrar la respuesta al ver pasar por delante de su casa los deslumbrantes vehículos de los toreros y, más aún, el reconocimiento que despertaban sus dueños entre la gente del barrio. Desde ese momento la Tauromaquia llama a las puertas de su vida.

     Entonces conoce La Capea, una placita existente en Chamberí –su barrio natal- y frecuentada por estudiantes extranjeros para celebrar fiestas y torear. Allí, vivaracho e inquieto, se asoma para fascinarse por ese mundo y no querer otra cosa más que torear. Con su listeza natural e inteligencia enseguida empieza a evolucionar, a la vez que no pierde ninguna corrida televisada, fijándose en todos los detalles y sin alejar la mirada de la pequeña pantalla existente en un bar de su barrio, porque en su casa la televisión no existía.

    Con dieciséis años empieza a torear por su provincia anunciándose como El Niño de la Capea. Desde el primer día muestra su raza y con su característica cara aniñada fue abriéndose paso tras superar los socavones que se presentaban. Pronto llega la presentación ante sus paisanos en La Glorieta, acontecimiento celebrado el 3 de mayo de 1969, en tarde de tanta ilusión que lo alza triunfador gracias a su entrega. Seguidamente el debut en Bilbao para sellar una relación con la afición vizcaína tan íntima que se rubrica para siempre y también en la madrileña Vista Alegre, en el barrio de Carabanchel, cuyos triunfos le abre tantas puertas.

    El debut con caballos se anuncia en La Glorieta de Salamanca el 17 de julio de 1970 en tarde triunfal que corta dos orejas, mientras la afición charra abandona la plaza apostando por el arrojo del muchacho.

    Tras las triunfales temporadas novilleriles de 1971 y 1972, en las que se acartela en numerosas ocasiones con su paisano Julio Robles, el debut en Las Ventas supone el final de esa etapa. La fecha es el 11 de junio de 1972 y en tan importante compromiso forma cartel con Ángel Rodríguez Angelete y su paisano Julio Robles, también debutante, ante novillos de Juan Pedro Domecq. Los dos charros ofrecen una tarde pletórica y a punto están de salir en hombros, hecho que anima a la empresa madrileña a organizar otro festejo para el siguiente domingo con ambos protagonistas, ahora mano a mano, con reses portuguesas de Cunhal Patricio. En la novillada, celebrada bajo el ambiente de los grandes acontecimientos y con el no hay billetes en las taquillas, Pedro y Julio, brillan otra vez a gran altura.

    La despedida de Madrid, en la víspera de la alternativa, fue una apuesta más de tantas como tuvo El Niño de la Capea, quien siempre dio la cara para demostrar que él llegaba a los toros para ser figura. Ahora, 22 de junio de 1972, se hará matador en Bilbao, en la plaza que tanto lo vio triunfar, en la que es una apuesta fuerte con el mejor cartel para que Paco Camino –su ídolo- lo hiciera matador en presencia de Paquirri, al cederle el toro Mireto, de Lisardo Sánchez. Corta tres orejas y toda España puede ser ver a través de televisión que, El Niño de la Capea, llega para comerse el mundo.

    En un nuevo estatus de matador se hace imprescindible en las más importantes ferias, solventando sus compromisos con éxito. No escondiéndose jamás, como lo vuelve a demostrar al confirmar la alternativa en 1974, acontecimiento acaecido el 21 de mayo y apadrinado por Palomo Linares, con Paquirri, de nuevo en labores de testigo. Esa tarde, con toros de Atanasio Fernández, también en corrida televisada, el salmantino corta tres orejas que ratifican todo lo bueno y apasionado que se dice de él. Es la primera de las cinco puertas grandes que logra en Madrid –las demás llegan en 1975, 1979, 1985 y 1988-, plaza que supo ver las enormes condiciones del torero, quien nunca faltó a la cita madrileña y dejó faenas para el recuerdo, algunas de ellas con hitos históricos, como la encerrona en solitario frente a toros de Victorino Martín, en la Corrida de la Prensa de 1988. Además, durante muchas temporadas fue el diestro que más corridas sumó.

    Aquel 1988, redondo en triunfos, pone fin a su larga carrera el 14 de septiembre,  en la plaza de Salamanca, en medio de una tarde apoteósica tras cortar un rabo al toro Borrascoso, de Joaquín Buendía, entre gritos de ¡no te vayas!

    Tras la retirada vuelve a los toros en 1991. En su segunda actuación de la nueva etapa, en la sevillana Feria de Abril, sufre una gravísima cornada inferida por un toro de Cebada Gago que le afecta durante largo tiempo. Recuperado, en este nuevo paso por los ruedos, en México escribe algunas de las páginas más bonitas de su carrera. Una de ellas su postrera actuación en La México al cortar el rabo –el tercero de su balance en La México- al toro Piropo, de Pepe Garfias. Desde entonces se vistió de luces para darle la alternativa a su discípulo Javier Conde; en otra ocasión para confirmar la alternativa a su hijo Pedro El Capea, en La México; posteriormente para torear, de nuevo con su hijo, un mano a mano, en el que siguió añadiendo hitos a su biografía, en la plaza salmantina de Alba de Tormes. Y por último, para seguir escribiendo páginas históricas, el mismo día que se cumplían el cincuentenario de su alternativa lo celebró como mejor sabe, vistiéndose de luces –nadie lo había hecho a esa edad- en la villa de Guijuelo, compartiendo cartel con su yerno Miguel Ángel Perera y su hijo Pedro, frente a toros de su ganadería para rubricar su última lección. La lección de un torero de época. 

    El Niño de la Capea es dueño de un privilegiado palmarés, siendo uno de los toreros más grandes de la historia e ídolo de todas las aficiones de España, Francia, Portugal y la totalidad de la América taurina. América fue punto y aparte en su carrera escribiendo allí muchos de sus mejores momentos y brillando en todas sus plazas, sin excepción. Primero Lima, la mayoría de Colombia y la totalidad de Venezuela, país que lo aplaude en sus actuaciones y durante años torea más que nadie allí. Después es México, tan especial para él, que acaba adoptándolo tras lograr éxitos de clamor en La Monumental del Distrito Federal, extendidos al resto de los estados. La historia del Niño de la Capea en México, forma un destacado capítulo de su biografía al quedar escrito en el pedestal al que únicamente, hasta esos momentos, alcanzaron toreros de la grandeza de Manolete o Paco Camino.

    A la par, El Niño de la Capea siempre contribuyó con la Fiesta para invertir muchos de sus dineros ganados en los ruedos en crear una ganadería puntera con sangre Murube y además salvar ese encaste cuando prácticamente estaba camino de su desaparición. Junto a su faceta de torero y ganadero, siempre ha apoyado a la Tauromaquia allá donde se lo pidieron, formando parte de numerosos foros y siendo su presencia habitual en todas las plazas españolas.

    (La fotografía que acompaña a esta semblanza ha sido cedida por la Agencia ICAL)