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Premio Castilla y León de las Artes 2002

José María García Castilviejo [1925-2004]

Biografía

Fue el pintor de los famosos en el Madrid de los años 50, el artista de los Dominguín y, sobre todo, el gran plasmador de la esencia castellana. José María García Castilviejo se llamaba en realidad José María García Fernández, y nació en Zamora el 29 de octubre de 1925. Comenzó a pintar a los ocho años con una acuarela que le regaló a su padre, pero no fue hasta 1942 cuando se desplazó a Madrid para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Allí trabajó bajo las enseñanzas de Joaquín Valverde, Eugenio Hermoso, Julio Moisés, Juan Adsuara y Eduardo Chicharro. Fue entonces cuando comenzó su devoción por Zurbarán. La muerte de su padre, ocurrida en 1946, le obligó a buscarse la vida pintando casi de todo: carteleras de cine, paseos dominicales en barca por El Retiro, apuntes taurinos, vistas ciudadanas, copias de clásicos en el Museo del Prado, retratos de señoras con perrito, portadas de "El Coyote"…

En 1947 puso en marcha en Zamora, junto a Daniel Bedate, la famosa Escuela de San Ildefonso, que llegó a reunir a más de 300 alumnos y de la que salieron artistas de fama tan reconocida como Antonio Pedrero y Alberto de la Torre. El mecenazgo de los Dominguín le presentó ante la sociedad entendida del momento como un artista de enorme calidad. Tenía apenas 25 años. Al poco tiempo, esferas ministeriales le brindaban una oportunidad que no desaprovecharía: en 1955, gracias a la influencia de su paisano Pinilla, el ministro de Trabajo José Antonio Girón le encargaba pintar los murales de la Universidad Laboral de Zamora. Fueron tres en total, fechados en 1957. Dos años más tarde se trasladó a Valladolid, ciudad en la que en 1964 abrió su estudio.

En 1969 se estableció definitivamente en la localidad vallisoletana de Cubillas de Santa Marta, donde acometió una llamativa creación de gran diversidad técnica: óleo, gouache, acuarela, grabado y dibujo.

Obra y méritos

Además, Castilviejo frecuentó una temática atenta a lo inmediato, ligada fundamentalmente al paisaje castellano y a la tauromaquia. Casi treinta y cinco años de plena integración en Cubillas terminaron por convertirlo en un vecino más, compañero de las partidas de mus de cada tarde, cazador, conversador… «Aquí, en Cubillas, pinto, como, trabajo, cazo perdices, ando por los rastrojos, charlo con los amigos, amo y vivo, porque el paisaje es determinante», reconocía el propio pintor.

«¿Por qué Castilviejo?», le preguntaron en una ocasión: «En honor a mi padre, que era de Rioseco, y para él la Virgen de Castilviejo era su virgencita, la que en medio del campo tiene la ermita. Y era tal la devoción que tenía y no era un beato, que entonces yo quería devolver a mi padre algo de lo muchísimo que me dio. Era algo en su honor y para mí es un orgullo».

Pintó durante toda su vida y realizó numerosas exposiciones, las últimas en la Bienal de Zamora 2001, en la Galería Rafael de Valladolid y en el BBVA. Y siempre lo hizo con indiscutible éxito. Fallecido el 11 de marzo de 2004, su obra puede contemplarse en numerosas colecciones particulares y en instituciones nacionales e internacionales, entre ellas el Museo de Nueva York o las colecciones Eduard G. Robinson y Rostchild.